viernes, 25 de abril de 2008

Brunello di Montalcino..envuelto en las rigurosas Legislaciones Italianas


Afortunadamente, han pasado las elecciones generales en Italia.
Son momentos de inestabilidad -¿cuándo no lo son?- en los que salen noticias de toda índole y casi ninguna positiva. Son tiempos convulsos donde domina la 'truffa' (no confundir con la sublime seta que en italiano se llama 'tartufo'), es decir, el timo o la estafa. Los últimos datos del Ministerio delle Politiche Agricole son esclarecedores; el 8,5% de las muestras analizadas en diferentes sectores son irregulares, fruto de alteraciones. El fraude mayor se da en el hortofrutícola donde un producto de cada tres viola la ley. Entre este vaivén de acontecimientos y durante Vinitaly, la más importante feria del vino italiano, en vísperas de los comicios salió la revista 'L’Espresso' con una portada de escalofrío sobre escándalos diversos, incluido el ya famoso del brunello di Montalcino.


El sensacionalista título ha sido 'Velenitaly' (contracción de 'veleno', veneno en italiano, y Vinitaly). Unos ven motivaciones políticas por la cercanía de las elecciones, otros se han querellado, todos se han sobresaltado. Curiosamente el artículo no viene firmado por ninguno de los tres pesos pesados de la Guía y del Grupo (Enzo Vizzari, Fabio Rizzari o Ernesto Gentile). En ella se mezclan diferentes escándalos todos relacionados con el vino. Uno de ellos se refiere al Brunello di Montalcino. Algunos lo han llamado 'Brunellopoli' en recuerdo de aquellos escándalos relacionados con el pago de comisiones ('tangentopoli') para realizar obras públicas. Al principio, la prensa americana y alemana confundieron y mezclaron varias de las tramas, escribiendo que se habían detectado camiones cisternas con vino de Apulia camino de Montalcino para completar la añada 2003. Sólo a un cretino se le puede ocurrir añadir mosto de la región del tacón de la bota en una cosecha tórrida como 2003. He catado recientemente más de 200 muestras y nunca vi una añada en Montalcino con menos botellas con aromas de sobremaduración gracias al permiso legal de añadir hasta un 15% de vino de otras cosecha más jóvenes (la mayoría lo han hecho con 2004). El caso es sencillo; según la revista italiana, la Guardia de Finanzas había detectado castas de uva no autorizadas en cuatro bodegas que suman buena parte de la producción total (Banfi, Frescobaldi, Antinori y Argiano) y algunas más estaban bajo sospecha. Se hablaba en un principio de un 25-30% de los vinos y otras fuentes que no llega al 1% del viñedo.


Hace ya bastantes años quien esto escribe ya lo denunció y le pagaron con la exclusión de la manifestación de la Anteprima Toscana durante tres años. En artículos posteriores lo he seguido proclamando a los cuatro vientos. Es un hecho que está en boca de todos pero nadie le quiere poner el cascabel al gato. Ha llegado hasta el presidente de la República, Giorgio Napolitano, que se ha declarado un convencido y fervoroso degustador del vino de Montalcino y preocupado por el suceso. Los productores te comentan 'sotto voce' que la justicia debe intervenir rápido y los tramposos pagar sus presuntas fechorías. He hablado con un puñado de ellos, buenos amigos, y ninguno se sorprende por lo acontecido pero pocos desean expresarse en público y sólo están preocupados porque el asunto no dañe la imagen del brunello. Sólo levanta la voz Gianfranco Soldera que se ha convertido en el adalid de la pureza, algo lógico siendo como es un referente mundial. El asunto viene de lejos.


El pasado febrero ya se oían chascarrillos en Montalcino. Ahora, según los investigadores, hay un porcentaje de botellas que incumplen la ley aunque la opacidad de las noticias no nos hayan sacado de dudas todavía. Pero no nos engañemos, es algo sabido desde hace tiempo. Esos colores tan intensos que algunos bodegueros achacan a los nuevos clones y el presidente del Consejo Regulador a los efectos de la barrica que fija el color; los aromas tan alejados de los característicos de la sangiovese; prácticas como la ósmosis inversa; adición de castas no permitidas; vinos que recuerdan más a un supertoscano que a un brunello... Hace dos años se vendieron en el mercado alemán más de 500.000 botellas en dura pugna entre algunas bodegas al ridículo precio de 5 euros mientras este mismo año se han cerrado operaciones a 3,60. Vinos que nada tienen que ver con el que se compra en una enoteca del centro de Montalcino o de Siena.


Los posicionamientos de la prensa tampoco han dejado dudas aunque es curiosa la forma de reaccionar de muchos de nuestros colegas que afirman que el reglamento de la denominación de origen es demasiado severo. Lo es, por eso se llama brunello di Montalcino desde que Ferruccio Biondi-Santi plantara en 1860 las primeras cepas de ese clon diferente al que llamó sangiovese grosso o brunello. Quien desee añadir otras variedades que salga al mercado con la etiqueta de IGT Toscana como prevé el reglamento. No se puede tener todo en la vida; algunos quieren colar las castas que les plazcan en la denominación que ellos consideran que tiene más prestigio y donde se puede vender a un precio más alto. La ley es así y está para cumplirla. La sangiovese, como sucede con la nebbiolo, cambia con una mínima aportación de otra uva. Ya lo vemos en el Chianti, donde se permite un 20% de un montón de variedades, que ha perdido una buena parte de su identidad. Por eso no entiendo esas declaraciones de mi amigo Gigi Brozzoni, un tipo íntegro y un grandísimo conocedor del vino italiano, que dice que "el reglamento es demasiado exigente", y si las entiendo en periodistas con alma de políticos como Luca Maroni, que dice en winesnews.tv: "El problema de algunas de las principales denominaciones de origen italianas es que están vetustas y obsoletas", y continúa: "Los reglamentos del Barolo, Barbaresco o del Brunello, responden a las exigencias de fines de los años 60, hoy el vino ha cambiado así como el gusto del consumidor y las formas técnicas para obtener el vino. Los vinos italianos están todavía bajo el influjo de crianzas muy largas mientras el gusto internacional va por otros caminos y el camino a seguir es el de uniformarnos a los estándar internacionales de los países más avanzados. Yo estoy por el liberalismo enológico y que si el viñedo está escrito en el catastro de una denominación sea suficiente para certificar la autenticidad de la uva". 0 Daniele Cernilli, que dice que "la adición de merlot es un hecho que es sólo un error formal, es como construir un muro en tu casa sin pedir permiso a las autoridades". James Suckling ha tirado balones fuera. Valientes han sido los diferentes artículos publicados por Franco Ziliani en su blog http://vinoalvino.org/ mientras otros muchos colegas han mirado hacia otro lado en un tema tan espinoso.


La nueva agencia de comunicación del Consejo Regulador, milanesa para más señas, me manda una comunicación diciendo que los hechos son presuntos y que están a nuestra disposición sin aclarar nada. El conde Francesco Marone Cinzano, responsable de Col d'Orcia y nuevo presidente del Consorcio, habló en un principio de que quien no se atuviera a la ley lo pagaría y ahora sus declaraciones son más prudentes y contemporizadoras. Opinan los ténicos Algunos llevan la polémica hacia otros terrenos y hablan del debate entre tradición e innovación de forma inconsecuente. Incluso han intervenido personajes como Giorgio Pinchiorri, propietario de la afamada y carísima Enoteca Pinchiorri de Florencia, a favor de la innovación. Leonardo Valenti, profesor de viticultura de la Universidad de Milán, explica que "la sangiovese es una variedad muy exigente que sólo se adapta a ciertos terrenos, sufre mucho con el calor y el estrés hídrico y, a menudo, tiene problemas con el color. Creo que con un pequeño porcentaje de cabernet (5-10%) puede contribuir a preservar el mantenimiento del color". Sin embargo el eminente profesor Mario Fregoni critica el exceso de barrica y de 'botte' grande en los vinos mediterráneos y opina que a través del estudio de antocianos se puede aseverar casi con total certeza si hay mezcla ya sea con variedades diferentes de la zona o provenientes de otras regiones. Fregoni opina que "también existe la prueba visual y, desde el punto de vista ampelográfico, para quien es experto es posible distinguir en el viñedo las castas. Si todavía persisten las dudas se puede hacer un test de ADN que cuesta cerca de 100 euros". (Recuerdo al profesor Fregoni: cuando llevaba a algún amigo a catar los vinos de Gianfranco Soldera en Vinitaly, años atrás, decía bromeando: "Éste es uno de los pocos brunellos elaborados sólo con sangiovese!). También ve posible Atilio Scienza, una de las grandes autoridades mundiales en viticultura, gracias a los avances técnicos esa comprobación por medio de los antocianos y, también, "en el agua hay diferentes concentraciones de isótopos que varían según el lugar de origen. El análisis de antocianos cuesta entre 15 y 50 euros mientras el otro sobre los 300". Tampoco olvido las palabras proféticas de Donato Lanati, enólogo y director del Centro di Ricerca Enosis, hace años. Comentaba que no era difícil saber que había dentro de una botella y él lo comprobaba en su laboratorio con algunas marcas y las sorpresas eran grandes. La realidad es que el Istituto Agrario di San Michele all’Adige está preparado para realizar los análisis de DNA para descubrir las variedades que lleva realmente un vino. El día que los organismos competentes de la UE aprueben esta posibilidad los cimientos de varios vinos importantes italianos temblarán. Como el día que se hagan análisis del grado alcohólico de ciertas zonas vinícolas de la vieja piel de toro donde pasaremos de vinos de mesa a licorosos. Queremos transparencia y la verdad; la exigimos porque no puede pagar un colectivo que cumple la ley y verse perjudicado por unos cuantos que no respetan el juego que ellos mismo se han dado. Una persona que compra una botella que lleva escrita la palabra Brunello di Montalcino en su etiqueta tiene el derecho a beber un brunello 100% sangiovese y no un 'Super Tuscan' o cualquier cosa distinta. Hay que preservar su identidad y los derechos del consumidor deben prevalecer sobre los gustos y los intereses del bodeguero de turno. Por el bien del brunello, que se resuelva pronto este escabroso asunto y que paguen los culpables, si los encuentran, claro está. Siento que aquellos productores escrupulosos prefieren que el asunto se deje correr, la justicia intervenga pero que el ruido sea el mínimo para no perjudicar los intereses generales. Aunque uno está seguro de lo que ocurrirá. Lo mismo que pasa siempre en Italia, los problemas se aparcan para que se solucionen por si mismos. Ése es el drama de mi querida Italia, ésa que no tiene solución.

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